Nencatacoa, El Dios Del Baile y De Los Artistas

En la variedad de los tejidos, los Muiscas elaboraban los llamados chircates, una especie de manta cuadrada que la mujer ceñía a la cintura con la faja, chumbe, y sobre los hombres una pequeña manta llamada Líquira, prendida en los pechos con un alfiler grande de oro o plata que tenía en la cabeza un cascabel conocido como topo. En la cabeza llevaban las mujeres la llilla, o mantilla rectangular que replegaban sobre la nuca y ajustaban con el topo o alfiler. Los hombres cubrían el cuerpo con faldas de telas de algodón listado y de muchos colores que ajustaban a la cintura con el “chumbe”, esta especie de anaco la utilizaban los hombres hasta las rodillas y las mujeres hasta el tobillo.

Las mantas de algodón eran muy bien tejidas y pintadas a pincel; quienes las tejían utilizaban numerosos colores y gustaban de las pinturas coloradas de maures o franjas angostas que se distribuían a lo largo de las mantas. Cuando llegaron los españoles, encontraron multiplicidad de finas telas con varios colores, algunas de las cuales les fueron obsequiadas por los indígenas.

Nencatacoa se consideraba también como el protector de los pintores y artistas, quienes realizaban sus bellas creaciones a través de la ornamentación en los tejidos, la cerámica, la orfebrería y la escultura, y en los petroglifos con diversas figuras antropomorfas, zoomorfas y de diversas esquematizaciones e ideogramas. Nencatacoa era también el protector y auspiciador de las borracheras.  Decían las tradiciones que el dios bailaba y cantaba y participaba en las ebriedades colectivas.  Sus devotos no le hacían ofrecimientos porque decían que lo único que deseaban era hartarse de dicha con los borrachitos.  Ayudaba a traer los maderos gruesos para los grandes bohíos y demás construcciones grandes, pues en aquellas ocasiones era cuando los indígenas bebían mucho.

Para los Muiscas, su bebida principal era la chicha, la cual hacían de maíz fermentado y cocido.  Para sus fiestas, diversiones y trabajos colectivos, la chicha era la bebida indispensable y la que les infundía alegría y entusiasmo.  En el mito de Nencatacoa aparece la costumbre de tomar chicha, en los trabajos de la construcción de los grandes bohíos y templos, y  en general en los trabajos colectivos.  Con compás y ritmo y a la vez con la motivación de la bebida de la chicha, los Muiscas roturaban el terreno para la siembra y trasladaban grandes piedras o barrancos que lograban desplazar a grandes distancias, no obstante su peso.

Las borracheras de Nencatacoa era imitadas por los indios para festejar la terminación de la construcción de los cercados de los caciques, o cuando llegaban a la terminación de una calzada.  Con danzas, cantos y chicha, y cuando al son de flautas, fotutos y tamboriles, celebraban sus épocas de siembra y cosechas y las fiestas conmemorativas de sus dioses.  Por ello, en sus borracheras y bailes siempre invocaban a Nencatacoa.

Texto de: Javier Ocampo López

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Tunja y su pasado colonial glorioso, es la ciudad en la que don Juan de Castellanos escribió las célebres "Elegías de varones ilustres de Indias", cuenta con un enorme potencial cultural que vale la pena conocer. Caminar por las calles de Tunja significa hacer un recorrido en el que edificios coloniales y monumentos reflejan la importancia que esta ciudad ha tenido en la historia de Colombia. Frescos, retablos y pinturas se conservan como tesoros del arte colonial en templos, capillas y conventos, en tanto que museos de diversas clases se dedican a la ciencia y a la antropología, entre muchos temas.  

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