Entre los Muiscas existía el mito de Nencatacoa, el dios protector de los tejedores de mantas, pintores, y además, el dios de las borracheras. Se representaba en forma de un animal de bosque, en figuras de oro, cubierto con una manta, la cola de fuera. Fray Pedro Simón recogió la tradición de Nencatacoa significa zorra, “Porque la figura de ese animal aparecía varias veces”. Era protector de los tejidos de una industria artesanal que desarrollaron los Muiscas con una gran variedad fibras vegetales, entre las cuales destacamos el algodón y el fique.
En la variedad de los tejidos, los Muiscas elaboraban los llamados chircates, una especie de manta cuadrada que la mujer ceñía a la cintura con la faja, chumbe, y sobre los hombres una pequeña manta llamada Líquira, prendida en los pechos con un alfiler grande de oro o plata que tenía en la cabeza un cascabel conocido como topo. En la cabeza llevaban las mujeres la llilla, o mantilla rectangular que replegaban sobre la nuca y ajustaban con el topo o alfiler. Los hombres cubrían el cuerpo con faldas de telas de algodón listado y de muchos colores que ajustaban a la cintura con el “chumbe”, esta especie de anaco la utilizaban los hombres hasta las rodillas y las mujeres hasta el tobillo.
Las mantas de algodón eran muy bien tejidas y pintadas a pincel; quienes las tejían utilizaban numerosos colores y gustaban de las pinturas coloradas de maures o franjas angostas que se distribuían a lo largo de las mantas. Cuando llegaron los españoles, encontraron multiplicidad de finas telas con varios colores, algunas de las cuales les fueron obsequiadas por los indígenas.
Nencatacoa se consideraba también como el protector de los pintores y artistas, quienes realizaban sus bellas creaciones a través de la ornamentación en los tejidos, la cerámica, la orfebrería y la escultura, y en los petroglifos con diversas figuras antropomorfas, zoomorfas y de diversas esquematizaciones e ideogramas. Nencatacoa era también el protector y auspiciador de las borracheras. Decían las tradiciones que el dios bailaba y cantaba y participaba en las ebriedades colectivas. Sus devotos no le hacían ofrecimientos porque decían que lo único que deseaban era hartarse de dicha con los borrachitos. Ayudaba a traer los maderos gruesos para los grandes bohíos y demás construcciones grandes, pues en aquellas ocasiones era cuando los indígenas bebían mucho.
Para los Muiscas, su bebida principal era la chicha, la cual hacían de maíz fermentado y cocido. Para sus fiestas, diversiones y trabajos colectivos, la chicha era la bebida indispensable y la que les infundía alegría y entusiasmo. En el mito de Nencatacoa aparece la costumbre de tomar chicha, en los trabajos de la construcción de los grandes bohíos y templos, y en general en los trabajos colectivos. Con compás y ritmo y a la vez con la motivación de la bebida de la chicha, los Muiscas roturaban el terreno para la siembra y trasladaban grandes piedras o barrancos que lograban desplazar a grandes distancias, no obstante su peso.
Las borracheras de Nencatacoa era imitadas por los indios para festejar la terminación de la construcción de los cercados de los caciques, o cuando llegaban a la terminación de una calzada. Con danzas, cantos y chicha, y cuando al son de flautas, fotutos y tamboriles, celebraban sus épocas de siembra y cosechas y las fiestas conmemorativas de sus dioses. Por ello, en sus borracheras y bailes siempre invocaban a Nencatacoa.
Texto de: Javier Ocampo López
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