En el del Parque de San Francisco, al frente del templo. Allí existía la estatua de un perro con cadenas, hecho en piedra. En horas avanzadas de la noche, las gentes veían el perro de San Francisco arrastrando sus cadenas, con ladridos terribles y ojos con fuertes luces.
Cuentan las tradiciones tunjanas que al perro de San Francisco con sus cadenas infernales le gustaba entrar a las casas que quedaban con los portones abiertos; y mucho más le gustaba entrar a las casas en donde se estaban realizando velorios con rezos para los difuntos.
Por ello había tendencia a dejar cerradas todas las puertas y ventanas de las casas.
Texto de: Javier Ocampo López