El Tesoro de Buzagá

En la ciudad de Tunja vivía Lope Badillo, un vecino honrado, cuyo oficio era empedrador; era muy pobre, pero con gran ambición de dinero. Una india amiga que conocía muchos secretos de la región, lo puso en contacto con un mohán que guardaba uno de los más ricos tesoros, oculto en uno de los parajes solitarios de la provincia.

Con mucha alegría Lope Badillo le comentó al cura párroco de Tunja, Don Benito de Laserna, clérigo de misa en la Iglesia de Tunja, piadoso y sencillo, pero muy amigo del oro. Llegaron a un acuerdo el empedrador y el clérigo, de repartir el tesoro por iguales partes.

Los buscadores del tesoro salieron de Tunja en las horas de la madrugada, guiados por la india, en busca del mohán. Llegaron al Valle de Iza, desde cuyo lugar la india les mostró el lejano paraje, asiento del bohío del mohán. Continuaron el viaje y llegaron al lugar en donde vivía el mohán hechicero, quien era un viejo seco, de chupados carrillos y cabello apergaminado; ojos brillantes y picarescos; era un anciano penumbroso, mitad hechicero y mitad demonio.  El clérigo y Lope Badillo buscaron la ayuda del mohán: "Je, je, je, rió el vejete; o mucho me equivoco o pretendéis el Santuario de Buzagá".  El mesmo que viste y calza, contestaron sus acompañantes.

El viejo mohán tomando un nudoso bastón de cañaguate y sujetándose a la cintura el chumbe, abrió marcha en busca del tesoro de Buzagá. Caminaron mucho por montes, valles y llanuras, y muy fatigados, tomaron una empinada cuesta. En un momento el mohán dijo que no seguiría más adelante, pues estaba fatigado. Los dos buscadores del tesoro, le pidieron que ellos lo llevarían en sus hombros, por iguales partes. El mohán sentenciosamente dijo que si lo llevaban con perseverancia y fuerza descomunal, llegarían hasta el final del viaje. Les dijo que a la vuelta del cerro que veían a lontananza se encontraba el Tesoro de Buzagá.

Texto de: Javier Ocampo López