Según las tradiciones tunjanas, el Judío Errante Ahseverus hizo una visita a Tunja en los finales del siglo XVI.  Este judío, carpintero de los tiempos de Jesús, gritó al Nazareno en el camino del calvario: "anda", cuando éste quiso sentarse en una piedra. El Maestro le dijo: "Anda tú, anda hasta que yo vuelva, hasta el fin de los tiempos. Y desde entonces, el judío errante anda por todo el mundo hasta la consumación de los siglos.

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Con luz amarillenta, recorría la ciudad de Tunja y sus contornos. El Farol salía de la Iglesia de las Nieves, suspendido en el aire a una altura de diez metros, con rumbo caprichoso, pero en busca de la plaza principal. Se detenía en algunas casas cercanas a la Catedral de Tunja. El Farol de las Nieves está relacionado con la leyenda de la Emparedada, una joven que recibió el castigo de su padre por buscar un matrimonio a disgusto y a escondidas.

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En el del Convento de San Agustín, antiguo panóptico, hoy restaurado por el Banco de la República, sede del Archivo Regional de Boyacá, el Magíster en Historia y la Biblioteca "Alfonso Patino Rosselli".  Según los tunjanos, este espanto aparece la noche del 1°. de noviembre, día de Todos los Santos, vísperas del Día de los Difuntos. Las gentes tunjanas veían salir de la antigua sacristía de la Iglesia, la extraña figura de un fraile agustino, vestido de negro con capucha y mangas anchas, con un cordón o cinto al lado; al verlo encontraban una calavera bajo la capucha. 

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También es recordado por los tunjanos de antaño. Según las tradiciones, aparece como un ser infernal con un inmenso sombrero que corre por los caminos de las veredas y las calles de Tunja, con paso ligero. Persigue a los jovencitos y a los borrachos y le gusta hacer correr a las gentes; cuando pasa, deja fuertes vientos y huracanes.

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Cuenta la historia que una extraña y aterradora figura vestida de monje atacaba después de la media noche, especialmente en Semana Santa y el Día de difuntos. Se abalanzaba sobre el desdichado que se atravesara por su camino. A unos los mató de miedo, otros perdieron la razón y muy pocos sobrevivieron para contarlo. Así lo indican los trabajos publicados por algunos historiadores que narran los actos del misterioso monje fantasma que habitó por muchos años en el interior del claustro de San Agustín, más conocido como el Panóptico.

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